Manolo y Benito están pintando la fachada del chalet de Diana, una mujer rica y exigente cuyo único afán es heredar todas las riquezas de su padre. Benito conoce a Bernardo, el padre de Diana, y hacen muy buenas migas. Pero una semana más tarde, Bernardo muere y su testamento incluye a Benito como beneficiario de la empresa donde el difunto comenzó. Esta noticia hace que a su hija casi le dé un infarto. Para poder recuperar la empresa, a Diana se le ocurre una idea: casarse con Benito.